Una calle, ancha, yo en moto, semáforo en rojo, me detengo.
A mi lado un coche, enorme, negro, cristales tintados, igualmente negros. Lo miro puesto que llama la atención lo brillante y limpio que está. Detrás de mí otro coche, igualmente negro, cristales tintados. Debe ser que le gusto, porque cada vez está más pegado a mi. Avasallando.
Semáforo en verde, comienza la marcha. A lo lejos de nuevo otro semáforo que indica que nos tendremos que detener.
De la nada aparece una moto de gran cilindrada que me corta tres veces el paso para que no pueda colocarme de nuevo al lado del coche negro.
No tengo ni idea de quién iba dentro, tampoco me importa. Eso sí, sea quien fuere tenemos el mismo derecho a circular por las calles de Madrid.
No mola, no mola nada
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