Nosotros, aquí, desde una gran ciudad como Madrid, nos matamos por productos recién recolectados, por esas mandarinas recién cogidas del árbol, por unos tomates con olor y sabor a tomate o por unos zumos recién exprimidos de unas naranjas maravillosas... incluso pagamos unos precios desorbitados por este tipo de productos...
La desgracia y la pena llega cuando ves el otro lado, y cómo a los agricultores les pagan dos duro a cambio de su trabajo, uno durísimo.
Empezamos a pensar en cómo echar una mano y que los envíos, las cajas, las etiquetas y demás no acaben por hacer inviable el consumo de productos extraordinarios.
No descarto que podamos tener por Madrid en breve naranjas...
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