Voy a comprar tomates, pido dos kilos, los pago.
Voy a echar gasolina, lleno el depósito, lo pago.
Voy a comer, todo riquísimo, lo pago y me voy.
Parece ser que esto es lo habitual. Voy a un sitio, obtengo un servicio o un producto, lo pago y todos tan contentos.
Pues no, resulta que no es así.
Hago un trabajo y de repente me encuentro con pagos a 90 días, 120 días o un ... «ya veremos cuando». Y da exactamente igual el tipo de trabajo del que estemos hablando...
Y sí, es lo que pasa con el trabajo de los autónomos, que tenemos que contar con un colchón que ya le gustaría a los de Pikolin...
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No acabo de entender como la gente tiene tanto morro y no se les cae la cara de vergüenza...
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