jueves, 2 de diciembre de 2010

Parace que refresca...

Ya he vivido esos fríos, en varias y diversas ocasiones, aunque se me ponen un poco los pelos de punta de pensarlo...

...Era helador el día de la visita al campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, y mucho más escalofriante la entrada a aquella cámara de gas, aunque en este caso el escalofrío era por cosas bien distintas, la última subida a la cúpula del Reichtag de Berlín impedía articular palabra por el frío reinante y eso sin contar los paseos por el Mar del Norte en Kiel, el viaje en ferry hacia Copenhague o, sin ir más lejos, la noche de Halloween el año pasado en Oslo... pero es que una vez que se superan ciertos umbrales, creo que ya no es posible sentir más frío o más calor, porque... no me vayas a decir tú qué notas la diferencia entre 35º y 42°C sobre el derretido asfalto de la Gran Vía de Madrid...

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