Sábado. Dos de la mañana. -2°C. Carretera de Burgos. Dirección a Madrid.
A lo lejos veo una maraña infinita de sirenas azules, algo gordo ha debido suceder. Atasco infernal. La sorpresa es observar cómo aquello no ha sido un accidente ni nada por el estilo sino que simple y llanamente han cortado la autovía para realizar controles de alcoholemia. Pero no alguno que otro. En cada uno de los cuatro carriles de la autovía ahí, en fila, aproximadamente siete policías con una distancia entre ellos de unos 3 m. De bloque en bloque van entrando 28 coches a los que, simultáneamente, se le está haciendo el control.
"Señorita, ya sabe cómo funciona esto, sople ininterrumpidamente durante unos segundos hasta que esto haga "pi"".
Casi muero en el intento, no es mi mejor época de salud como para dedicarme a estar soplando.
Y aunque vengo de una cena, el resultado es muy de cerveza: 0,0.
A nosotros nos pararon hace unos meses, volviendo de guadalajara. El GC venía con el aparatico en la mano, pero se lo guardó al mirar dentro del coche y ver que veníamos cargados de niños. SUpongo que le dio vergüenza hacer soplar a mi chica delante de tanta chiquillería.
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