Desde el primer café de la mañana sabía que el día se iba a
complicar… de hecho no era el primero, era el segundo. El primero había
terminado avanzando como un loco por el suelo morado de la cocina, la taza
había estallado en mil pedazos … Sí, la cosa prometía, y mucho. El listado de
cosas por hacer era tan largo que dudaba que pudiera llegar incluso a realizar
la mitad, pero que no se dijera, había que comenzar por algún lado y, después
de recoger el café del suelo, beber el segundo y tirar los trozos de taza, se
puso manos a la obra. Tachando una tras otra las entradas de la lista. Parecía
totalmente mentira pero no, la cosa fluía… como el café. Ella sabía que en
cualquier momento todo se complicaría y fue justo cuando se oyó decir desde la
sala: 29 ravioli y una ensalada.
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