Hace un par de semanas en recibir un correo totalmente
inesperado. Una chica, a la que le habían regalado una taza personalizada mía,
me escribió para darme las gracias y decirme que le había encantado. Me pareció
un detalle fantástico. Un reconocimiento al trabajo. Y me recordó un poco mi,
porque yo también hago ese tipo de cosas. Sin ir más lejos hace unos días
escribí a mi taller de motos (bueno, a la persona que lo regenta) solo para
decirle que Cecilia, a pesar de que ha cumplido la mayoría de edad esta misma semana,
funciona extraordinariamente tras haber pasado unos días de asueto en su taller.
Y es que no cuesta absolutamente nada y el que recibe la
notificación se queda la mar de contento…
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